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Sunday, June 13, 2010

Batallas de Amor, by Margarito Ledesma. Haz click en la imagen para leer explicación de algunas palabras del poema.


Batallas de Amor
Por una ingrata fuereña

Pasó tan estirada y tan gargosa
y con unos andados tan decentes,
que voltiaban nomás todas las gentes
y decían pensativas: -- ¡Haiga cosa!

Y se quedaban lelos de mirarla
con aquella hermosura tan divina.
Algunos le seguían hasta la esquina
y otros corrían por alcanzarla.

Yo también, al mirar ese tesoro,
me indagué de su nombre y de sus señas,
y supe que pendía de unas fuereñas
que llegaron antier de Tarimoro.

Y como no me gustan las tardanzas,
sino hacer todo pronto y al instante,
le puse una cartita muy tronante,
llena de amor y hasta algo de esperanzas,

Y no aguardé contestación ni nada
solamente esperé que anocheciera
y salí de mi casa a la carrera
hasta llegar enfrente a su morada.

Pero era más mejor no haber llegado,
pues a la luz incierta y meridiana,
vislumbré que, pegado a su ventana,
estaba muy envuelto un embozado,

Y vi que platicaban muy sonrientes
y hasta muy agarrados de la mano,
sin importarle a ella ni al cristiano
que los miraran al pasar las gentes.

Entonces, al mirar ese fracaso,
bastante disgustado y sorprendido,
le jalé la cobija al individuo,
y le hice ver andaba en muy malpaso.

Y, ¿para qué les cuento lo que hablamos
y el pleitazo tan fiero que tuvimos?
Un porcional de cosas nos dijimos
y bastante las caras nos golpeamos.

Y, no me lo han de creer: con la golpiza
no le dio a la mujer tantito susto.
Más bien parece que tenía harto gusto,
pues nomás se carcajiaba de la risa.

Al mirar eso, dije: -- ¡Margarito!
No sigas adelante; aquí no hay modo.
Déjala, pues, y que se acabe todo,
para que vea que no la necesito.

Y entonces, como un último saludo,
antes de fumigarme entre el arcano,
le pegué otras guantadas al cristiano,
y él también me arrimó las más que pudo.

Pero después de tanta fafaralla,
se aclaró que no es gallo de pelea,
porque, cuando ya vio la cosa fea,
me pidió paz y dijo que aquí es valla.

Nota.- Yo no pensaba poner este penoso sucedido; pero, como en una población chica todo se sabe, yo he sabido que la ingrata mujer anda diciendo que bien que me moquetió el individuo y que yo ni las manos metí. Por eso pongo aquí la verdad, para que se sepa y para que vean que hasta las mujeres bonitas saben echar mentiras, pues lo cierto es que, cuando el cristiano se veía muy agobiado con los golpes, nomás decía: “Hora toca descanso”, y se tapaba la cara con las manos hasta que se reponía tantito; y yo no llegué a decir nada de eso, y hasta fui tan legal de esperarlo cada vez que decía que tocaba descanso.

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