Comparen la última escena de la novela "El cartero de Neruda" con la versión cinematográfica del video subido en You Tube (para encontrarlo, haga click aquí).
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"Mario Jiménez supo de la muerte del poeta en el televisor de la hostería. La noticia fue emitida por un locutor engolado el cual habló dela desaparición de «una gloria nacional e internacional». Seguía unabreve biografía hasta el momento de su Premio Nobel, y concluía con la lectura de un comunicado, mediante el cual la Junta Militar expresaba su consternación por la muerte del vate.
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"Mario Jiménez supo de la muerte del poeta en el televisor de la hostería. La noticia fue emitida por un locutor engolado el cual habló dela desaparición de «una gloria nacional e internacional». Seguía unabreve biografía hasta el momento de su Premio Nobel, y concluía con la lectura de un comunicado, mediante el cual la Junta Militar expresaba su consternación por la muerte del vate.
Rosa, Beatriz, y hasta el mismo Pablo Neftalí, contagiados por el silencio de Mario, lo dejaron en paz. Se lavaron los platos de la cena, se saludó sin énfasis al último turista que tomaría el nocturno hacia Santiago, se hundió interminablemente la bolsa de té en el agua hervida y se raspó con las uñas mínimos restos de comida adheridos al hule de las mesas.
Durante la noche, el cartero no pudo dormir y las horas transcurrieron con la vista en el techo, sin que un solo pensamiento las distrajera. Hacia las cinco de la madrugada, oyó frenar autos ante la puerta. Al asomarse a la ventana, un hombre de bigotes le hizo un gesto indicándole que saliera. Mario se puso su yérsey marinero y vino hacia el portón. Junto al hombre de bigotes, semicalvo, había otro muy joven de pelo corto, impermeable, y un nudo de corbata abundante.
-¿Usted es Mario Jiménez? -preguntó el hombre de bigotes.
-Sí, señor.
-¿Mario Jiménez, de profesión cartero?
-Cartero, señor.
El joven de impermeable extrajo una tarjeta gris de un bolsillo, y la revisó de una pestañeada.
-¿Nacido el siete de febrero de 1952?
-Sí, señor.
El joven miró al hombre mayor, y fue éste quien le habló a Mario:
-Bien. Tiene que acompañarnos.
El cartero se limpió las palmas de las manos sobre los muslos.
-¿por qué, señor?
-Es para hacerle unas preguntas -dijo el hombre de bigotes poniéndose un cigarrillo en los labios y palpándose luego los bolsillos, como si buscara fósforos. Vio venir la mirada de Mario a sus ojos-. Una diligencia de rutina acotó entonces, pidiéndole fuego con un gesto a su acompañante.
Éste negó con la cabeza.
-No tiene nada que temer-le dijo luego el del impermeable.
-Después, puede volver a casa -dijo el hombre de bigotes, mostrándole el cigarrillo a alguien que asomaba la cabeza por la ventana de uno de los dos autos sin patente, que aguardaban en la calle con el motor en marcha.
-Se trata de una diligencia de rutina -agregó el joven del impermeable.
-Contesta un par de preguntas y después vuelve a casa -dijo el hombre de bigotes, alejándose hacia el hombre del auto que ahora mostraba un encendedor dorado en la ventanilla. El hombre de los bigotes se agachó, y entonces el diputado Labbé con un preciso golpe produjo una fuerte llama del mechero. Mario vio que el hombre de los bigotes se levantaba avivando la brasa del cigarrillo con una honda aspiración, y que le hacía un gesto al joven del impermeable, para que avanzaran hasta el otro auto. El joven del impermeable no tocó a Mario. Sólo se limitó a indicarle la dirección del Fiat negro. El auto del diputado Labbé se fue lentamente, y Mario avanzó con su acompañante hasta el otro vehículo. En el volante había un hombre con lentes oscuros oyendo noticias. Al entrar en el coche, alcanzó a oír cuando el locutor anunciaba que las tropas habían ocupado la editorial Quimantú, y habían procedido a secuestrar la edición de varias revistas subversivas, tales como Nosotros los chilenos, Paloma y La Quinta Rueda".
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