Para leer el cuento relacionado con este ejercicio haga clic aquí.
Esta semana el grupo de ¡ Y qué me cuentas! en Cambridge, MA leímos el cuento "Un día de estos" de Gabriel García Márquez. Como fue la primera vez que los alumnos hacían este ejercicio grupal hubo un poco de dificultad en dejar soltar la imaginación, pero finalmente lograron escoger sus ocho palabras y escribir un pequeño relato con ellas.
Esta semana el grupo de ¡ Y qué me cuentas! en Cambridge, MA leímos el cuento "Un día de estos" de Gabriel García Márquez. Como fue la primera vez que los alumnos hacían este ejercicio grupal hubo un poco de dificultad en dejar soltar la imaginación, pero finalmente lograron escoger sus ocho palabras y escribir un pequeño relato con ellas.
Comparto con ustedes el ejercicio, esperando que se animen y suban sus propios ejercicios en el enlance que dice "comments".
1. Destemplado
2. Postiza
3. Un tiro
4. Gaveta
5. lagrimas
6. Displicente
7. Gallinazos
8. Suspiro
Aquí está la historia que se escribió con estas ocho palabras:
"La gaveta estaba llena de lágrimas. Los gallinazos destemplados daban grandes suspiros porque no podían beberlas. Un gaucho displicente con una mano postiza dio un tiro contra los gallinazos que cayeron dentro de la gaveta llena de lágrimas donde por fin pudieron beberlas."
1. Destemplado
2. Postiza
3. Un tiro
4. Gaveta
5. lagrimas
6. Displicente
7. Gallinazos
8. Suspiro
Aquí está la historia que se escribió con estas ocho palabras:
"La gaveta estaba llena de lágrimas. Los gallinazos destemplados daban grandes suspiros porque no podían beberlas. Un gaucho displicente con una mano postiza dio un tiro contra los gallinazos que cayeron dentro de la gaveta llena de lágrimas donde por fin pudieron beberlas."
La gaveta estaba llena de lágrimas. El alcalde hizo un esfuerzo sobrehumano para aguantar el dolor de la muela extraída y volvió a secarse las lágrimas, que seguían brotando de sus ojos, con el trapo que el dentista acababa de pasarle con un gesto displicente. Aunque no quisiera darle crédito a lo que veía, constató que, de hecho, el dentista tenía guardado un revólver en la gaveta.
ReplyDelete"Pero, ¿acaso sería capaz de pegarme un tiro este pobre diablo?" se preguntó antes de dar un suspiro y ponerse de pie para abandonar aquel lugar siniestro y poco acogedor.
Sólo entonces se dio cuenta de los dos gallinazos afuera que lo observaban, igual que el dentista, sin quitarle los ojos de encima. De repente, uno de los pajarracos emitió un chillido agudo y destemplado, así dando pie a un castañeteo espeluznante generado por todas las dentaduras postizas esparcidas por el gabinete. El alcalde estaba temblando--por el dolor, y también por el miedo. Reparó en que la gaveta estaba, otra vez, llena de lágrimas. Volvió a desplomarse en la silla y se quedó mirando al techo. Acto seguido, se abrió el cielorraso y se oyó un estrepito ensordecedor precedido por el breve destello de un rayo. Echaron a volar los gallinazos. Derramaron las lágrimas. Y se cerró la gaveta.
"Ahora todos aquellos muertos pueden descansar en paz", dijo el dentista, entre dientes y sin siquiera mirar a su hijo, quien había interrumpido, sobrecogido y lívido de color, en el gabinete de su padre.
George,
ReplyDeleteSolo puedo decir una palabra a tu cuento... ¡¡WOW!! Excelente manejo del realismo mágico y el horror.
Solo tengo dos comentarios. En tu oración: " Reparó [el alcalde] en que la gaveta estaba, otra vez, llena de lágrimas", al decir "otra vez" implica que quizá la gaveta se había ya vaciado de las lágrimas pero se llenó una segunda vez de ellas, pero en tu cuento no vimos en qué momento se vació de las lágrimas.
Mi otra observación es cambiar la conjugación que usaste del verbo "querer" (quisiera) por quería.
Todo lo demás está muy bien. ¡Felicidades y gracias por participar!
Hola Ramón,
ReplyDeleteGracias a TÍ por tu comentario benévolo y alentador, aunque el cuento que me inventé no se lo merezca.
Para aclarar la razón de mi uso de "otra vez": la gaveta se había vaciado, simbólicamente hablando, cuando el alcalde se secó las lágrimas de sus ojos con el trapo. Pero sus ojos (y, por lo tanto, la gaveta) se llenaron de lágrimas otra vez cuando, además del dolor, se apoderó de él ese pavor al comprobar la existencia del revólver en la gaveta y, encima, al hallarse en ese ambiente de mal augurio.
Por otra parte, leyendo el cuento otra vez, me di cuenta de que me había equivocado al escribir "interrumpido" en el último párrafo en vez de teclear el correcto "irrumpido".
Un saludo afectuoso