El amor tomado al natural
Enrique Jardiel Poncela
(España)
La mesa de al lado estaba vacía. Pero estuvo vacía poco tiempo.
Porque una mujer joven y elegante entró en el café, miró a su alrededor, dio unos pasos, vaciló, se detuvo, dudó y, por fin, vino a sentarse a la mesa de al lado.
La dama se ceñía con un abrigo negro, y llevaba debajo del abrigo dieciocho gramos de vestido verde.
El verde del vestido era «verde jade».
El negro del abrigo era «negro Flemming».
Despedía una intensa atmósfera de perfume de Laissemoi-mon-vieux; parecía muy orgullosa del rubio frenético de sus cabellos, y tenía -resueltamente- el aire de una persona que no pierde el aplomo jamás.
Me miró al pasar. Me miró como hubiese mirado a un paraguas que alguien se hubiera dejado olvidado en el asiento. Miró también las cuartillas que, a medio escribir, yacían desparramadas