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Cada semana leeremos un cuento o un poema de algún autor hispano.
Te invito a participar de la siguiente manera:
1. Escoge un cuento, poema, o ensayo de la lista de autores que aparece en la columna del lado derecho del blog. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
2. Después de leer el material elegido, crea una historia usando las ocho palabras que el grupo ¿Y... qué me cuentas? escogió en clase, o escoge otras ocho palabras de la lectura que quieras practicar. Para encontrar un ejemplo, haz clic aquí.
3. Sube tu historia usando el enlace de comentarios ("comments"). Lo encontrarás al final de cada lectura.
No temas cometer errores en tu historia. Yo estoy aquí para ayudarte. Tan pronto subas tu historia, yo te mandaré mis comentarios.
¿Estás listo? ¡ Adelante!

Escuchen los ipods de

Y…¿qué me cuentas?

Este video muestra el momento en el que los estudiantes de

Y…¿qué me cuentas?

crean una historia usando ocho palabras extraídas de un cuento previamente leído en clase.

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Y…¿qué me cuentas?

Recomendación al Gobierno de México por parte del Consejo Consultivo del Instituto de los Mexicanos en el Exterior (CCIME) durante su XVII reunión ordinaria.

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Monday, May 28, 2012

El uso de la "coma"

Hola a todos:
Acabo de recibir este escrito en mi correo electrónico. Me pareció una excelente forma de explicar el uso de la "coma" así que decidí compartirlo con ustedes.
¡Saludos!
Ramón.

El uso de la “coma”

Una coma puede ser una pausa - o no 
-No, espere.
-No espere.

Puede hacer desaparecer su dinero 
-23,4.-
-2,34.-

Puede crear héroes
-Eso solo, él lo resuelve.
-Eso, solo él lo resuelve.

Puede ser la solución 
-Vamos a perder, poco se resolvió.
-Vamos a perder poco, se resolvió.

Puede cambia una opinión 
-No queremos saber.
-No, queremos saber.

Puede condenar o salvar 
-¡No tenga clemencia!
-¡No, tenga clemencia!

Una coma hace la diferencia entre dos puntos de vista. Le invito a que analice la siguiente oración y coloque la coma donde le corresponde:

"Si el hombre supiese el valor que tiene la mujer se arrastraría en su búsqueda".


* Si eres mujer, seguramente pusiste la coma después de MUJER...
* Si eres hombre, seguro que pusiste la coma después de TIENE...

Una coma puede cambiar la historia. El escritor y filólogo español José Antonio Millán, cuenta una anécdota atribuida al emperador Carlos V, a quien en una ocasión le pasaron para firmar una sentencia que decía: “Perdón imposible, que cumpla su condena”. El emperador se sintió magnánimo y antes de firmarla cambió la coma de sitio y también la suerte del condenado: “Perdón, imposible que cumpla su condena”.
-“Esto demuestra que una coma puede cambiar la historia”, concluye Millán. Y nadie puede decir que no le asiste razón.

Una ¿insignificante? "coma" ¿cambia el sentido de una frase…?

Domingo Faustino Sarmiento, en visita a una escuela en su calidad de Inspector General de Escuelas, nota que el maestro no le da importancia a la colocación de la coma. Al alertarlo sobre el tema el maestro le dice que la coma no tiene mucho sentido y que no es necesaria colocarla. A esa respuesta Sarmiento se dirige al pizarrón y escribe:

"El maestro dice, Sarmiento es un ignorante" y luego la misma frase cambiando el lugar la coma:
"El maestro, dice Sarmiento, es un ignorante"

Luego dirigiéndose a los alumnos les pregunta:

-En la primera oración ¿quién es el ignorante? ¡Sarmiento! contestan los alumnos.
-Y en la segunda oración, ¿quién es el ignorante? ¡El maestro! contestan los alumnos.

Con ello le demostró al maestro su error.

Saturday, January 14, 2012

Uso de qué y que.

¿Cuándo usamos la tilde en qué y cuándo no?
La forma más sencilla de aprenderlo, es recordar que le ponemos tilde a la palabra qué cuando la usamos en una pregunta, en una exclamación, o cuando se convierte en el sustantivo. Muchas de las dudas surgen porque no siempre se escribe una pregunta o una exclamación con sus signos correspondientes y esto es lo que muchas veces se presta a confusión. Veamos unos ejemplos para ser más claros.

1. Sentido interrogativo con uso explícito de signos de interrogación:
¿Qué hora es?

2. Sentido interrogativo sin uso explícito de signos de interrogación:
 “No se por qué me dieron miedo” 

(frase tomada del cuento “Médium” de Pío Baroja (http://yquemecuentas.blogspot.com/2011/12/medium-por-pio-baroja.html)
.
3. Sentido exclamativo con uso explícito de signos de interrogación:
¡Y qué me cuentas!

4. Sentido exclamativo sin uso explícito de signos de interrogación: 
"Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas…” 

(oración tomada del cuento “Espantos de agosto” de Gabriel García Márquez   http://yquemecuentas.blogspot.com/2011/12/espantos-de-agosto-por-gabriel-garcia.html#links)

El uso más difícil para una persona que aprende español es cuando qué se convierte en sustantivo, pero no se preocupen, no se usa mucho. Un ejemplo es:

5. Sustantivo -  Es importante el qué, no el cómo.

Aclarando lo anterior, será fácil recordar que todos los demás usos de que se usan sin tilde escrita.

¡Saludos!

Saturday, January 7, 2012

"A la deriva" de Horacio Quiroga

A la deriva

Horacio Quiroga


Para leer el ejercicio relacionado con este cuento, haga clic aquí.

El hombre pisó algo blancuzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con un juramento vio una yaracacusú que, arrollada sobre sí misma, esperaba otro ataque.

El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral; pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.

El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.

El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le arrancó un nuevo juramento.

Llegó por fin al rancho y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder, de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo devoraba.

-¡Dorotea! -alcanzó a lanzar en un estertor-. ¡Dame caña1!

Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.

-¡Te pedí caña, no agua! -rugió de nuevo-. ¡Dame caña!

-¡Pero es caña, Paulino! -protestó la mujer, espantada.

-¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!

La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no sintió nada en la garganta.

-Bueno; esto se pone feo -murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.

Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos y llegaban ahora a la ingle. La atroz sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse, un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.

Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentose en la popa y comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.

El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito -de sangre esta vez- dirigió una mirada al sol que ya trasponía el monte.

La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.

La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.

-¡Alves! -gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.

-¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! -clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente, cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.

El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.

El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.

El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en Tacurú-Pucú.

El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister Dougald, y al recibidor del obraje.

¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también. Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia el Paraguay.

Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.

De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho.

¿Qué sería? Y la respiración...

Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un viernes santo... ¿Viernes? Sí, o jueves...

El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.

-Un jueves...

Y cesó de respirar.

Thursday, January 5, 2012

¡Feliz Año 2012!

¡Feliz Año 2012!

Qué gusto que ya hayan escrito su primera historia de este 2012. Sirva este mensaje para mandarles una felicitación calurosa a todos los estudiantes de ¡Y qué me cuentas!. Me emociona ver que - a pesar de la distancia geográfica - aún podemos tener este encuentro semanal de literatura hispánica, español y creación literaria. Eso es lo bueno de las nuevas tecnologías de la información.
A ese respecto, quiero comentarles que he estado aprendiendo y haciendo pruebas con el recurso EDUCAPLAY para subir diferentes tipos de ejercicios al blog. Me está llevando tiempo definir exactamente qué ejercicios quiero incluir en el blog pero al menos, ya estoy creando algunos. De igual forma he estado investigando respecto a MOODLE y cómo poder crear el curso de ¡Y qué me cuentas! a través de esa plataforma. Esto se los menciono porque a pesar de que parece que los he dejado un poco abandonados las últimas semanas, no es así. Mis tiempos libres los he invertido estudiando esos recursos tecnológicos así como información pedagógica de la enseñanza del español como lengua extranjera. Es mucha información la que estoy estudiando y aunado a los recursos tecnológicos antes mencionados, es difícil poder tener algo concreto pronto. Asi que no desesperen si de repente ven que no contesto inmediatamente sus ejercicios. Lo haré tan pronto pueda.

Ustedes sigan leyendo y aprendiendo como cada semana lo han hecho. Ya les contaré cuando pueda abrir el curso en Boston como tengo planeado.

Reciban un caluroso abrazo y mis mejores deseos para este 2012.

Ramón Talavera


Wednesday, January 4, 2012

Ejercicio de lectura y escritura de "El almohadón de plumas", de Horacio Quiroga

Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí


¡Hola, Ramón!

Esta tarde disfrutamos de volver a hacer el ejercicio de 8 palabras.
Aquí están las palabras extraídas del cuento "El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga y nuestro cuento:

1. Almohada/ón
2. Desapacible
3. Estatua
4. A media voz
5. Cruzar
6. Estremecimiento
7. Únicamente8. Desvanecido


La historia escrita con estas palabras es la siguiente:
"Había una estatua hermosa en el jardín. Una muchacha cruzó el jardín de la casa con una almohada para descansar cerca de la estatua. Después de la puesta del sol ella empezó a sentir el frío y su estremecimiento le hizo desvanecer. Cuando volvió en sí, únicamente podía mover un pie. 

–¡Qué sentimiento tan desapacible! –se dijo a media voz. Decidió entrar en la casa para descansar. "




Tuesday, January 3, 2012

"El almohadón de plumas" de Horacio Quiroga

El almohadón de plumas

Horacio Quiroga

Para leer el ejercicio relacionado con este cuento, haga clic aquí.


Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses -se habían casado en abril- vivieron una dicha especial.

Sin duda hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos, columnas y estatuas de mármol- producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos, echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

-No sé -le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja-. Tiene una gran debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima, completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se perlaron de sudor.

-¡Jordán! ¡Jordán! -clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

-¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

-Pst... -se encogió de hombros desalentado su médico-. Es un caso serio... poco hay que hacer...

-¡Sólo eso me faltaba! -resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la vida en nuevas alas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán.

Alicia murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

-¡Señor! -llamó a Jordán en voz baja-. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

-Parecen picaduras -murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

-Levántelo a la luz -le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

-¿Qué hay? -murmuró con la voz ronca.

-Pesa mucho -articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós. Sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

Monday, December 19, 2011

'Espantos de agosto" por Gabriel García Márquez

Espantos de Agosto
Gabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.
-Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.
Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas, hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos era el más insigne de Arezzo.
-El más grande -sentenció- fue Ludovico.
Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso, de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.
El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.
Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el ámbito del dormitorio.
Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.
Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir. Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor civil de decirles que no.
Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo. Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos. Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes. "Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por estos tiempos". Sólo entonces me estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

Thursday, December 15, 2011

Ejercicio de lectura y escritura de 'Médium" de Pío Baroja

Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.

Hola Ramón,

Aquí están las 8 palabras y el ejercicio de la clase del 14 de diciembre, sacados de “Médium“ de Pío Baroja.

1. Esquivar
2. Espíritu
3. Callejuela
4. Mancha
5. Sermonear
6. Infancia
7. A lo menos
8. Sin número


La historia que se escribió con estas palabras es la siguiente:

"Si nos quedamos tarde nos van a sermonear. Si esquivamos salir de la biblioteca a las ocho, van a encerrarnos adentro con un sinnúmero de espíritus literarios. A lo menos podemos leer libros de la infancia. Pero sería más probable que nos tiraran a la callejuela con una mancha negra en nuestras tarjetas". 

Wednesday, December 14, 2011

¿Qué significa la palabra Navidad?

Navidad 

¿Qué significa en español la palabra «Navidad»?

La palabra «Navidad» viene del latín «Nativitate», que significa:



Nati = nacimiento


vita = de la vida


te = para ti



Por lo tanto, «Navidad» significa en español: «Nacimiento de la vida para tí».

Por supuesto, para el mundo cristiano esta palabra está asociada con el nacimiento de Cristo que desde hace muchos años es celebrado el 25 de diciembre, pero, ¿en verdad Cristo nació el 25 de diciembre? La respuesta es no. Sin embargo no se tiene una fecha concreta de su nacimiento.

Entonces, ¿por qué lo celebramos el 25 de diciembre?

Hay varias teorías, pero la que más se conoce es aquella fechada el año 350 de nuestra era, en la que se asevera que el 25 de diciembre se escogió por ser el día en que culminaban las fiestas del Sol Naciente Invencible celebradas por el Imperio romano. Debido a que eran fiestas muy importantes para el pueblo romano, la Iglesia católica, representada en aquel entonces por el papa Julio I, quiso utilizarlas como pretexto para evangelizar al pueblo romano. De esta manera la Iglesia católica adjudicó la fecha del 25 de diciembre al nacimiento de Cristo y así logró que las fiestas del Sol Naciente Invencible de los romanos fueran mezclándose con las fiestas del nacimiento de Cristo, y que estas fiestas cobraran más y más importancia hasta opacar la festividad romana.

Monday, December 12, 2011

"Médium" por Pío Baroja

Médium



Pío Baroja

Para ver el ejercicio relacionado con este cuento, haga clic aquí

Soy un hombre intranquilo, nervioso, muy nervioso; pero no estoy loco, como dicen los médicos que me han reconocido. He analizado todo, he profundizado todo, y vivo intranquilo. ¿Por qué? No lo he sabido todavía.

Desde hace tiempo duermo mucho, con un sueño sin ensueño; al menos, cuando me despierto, no recuerdo si he soñado; pero debo soñar; no comprendo por qué se me figura que debo soñar. A no ser que esté soñando ahora cuando hablo; pero duermo mucho; una prueba clara de que no estoy loco.

La médula mía está vibrando siempre, y los ojos de mi espíritu no hacen más que contemplar una cosa desconocida, una cosa gris que se agita con ritmo al compás de las pulsaciones de las arterias en mi cerebro.

Pero mi cerebro no piensa, y, sin embargo, está en tensión; podría pensar, pero no piensa... ¡Ah! ¿Os sonreís, dudáis de mi palabra? Pues bien, sí. Lo habéis adivinado. Hay un espíritu que vibra dentro de mi alma. Os lo contaré:

Es hermosa la infancia, ¿verdad? Para mí, el tiempo más horroroso de la vida. Yo tenía, cuando era niño, un amigo; se llamaba Román Hudson; su padre era inglés, y su madre, española.

Le conocí en el Instituto. Era un buen chico; sí, seguramente era un buen chico; muy amable, muy bueno; yo era huraño y brusco.

A pesar de estas diferencias, llegamos a hacer amistades, y andábamos siempre juntos. Él era un buen estudiante, y yo, díscolo y desaplicado; pero como Román siempre fue un buen muchacho, no tuvo inconveniente en llevarme a su casa y enseñarme sus colecciones de sellos.

La casa de Román era muy grande y estaba junto a la plaza de las Barcas, en una callejuela estrecha, cerca de una casa en donde se cometió un crimen, del cual se habló mucho en Valencia. No he dicho que pasé mi niñez en Valencia. La casa era triste, muy triste, todo lo triste que puede ser una casa, y tenía en la parte de atrás un huerto muy grande, con las paredes llenas de enredaderas de campanillas blancas y moradas.

Mi amigo y yo jugábamos en el jardín, en el jardín de las enredaderas, y en un terrado ancho, con losas, que tenía sobre la cerca enormes tiestos de pitas.

Un día se nos ocurrió a los dos hacer una expedición por los tejados y acercarnos a la casa del crimen, que nos atraía por su misterio. Cuando volvimos a la azotea, una muchacha nos dijo que la madre de Román nos llamaba.

Bajamos del terrado y nos hicieron entrar en una sala grande y triste. Junto a un balcón estaban sentadas la madre y la hermana de mi amigo. La madre leía; la hija bordaba. No sé por qué, me dieron miedo.

La madre con su voz severa, nos sermoneó por la correría nuestra, y luego comenzó a hacerme un sinnúmero de preguntas acerca de mi familia y de mis estudios. Mientras hablaba la madre, la hija sonreía; pero de una manera tan rara, tan rara...

-Hay que estudiar -dijo, a modo de conclusión, la madre.

Salimos del cuarto, me marché a casa y toda la tarde y toda la noche no hice más que pensar en las dos mujeres.

Desde aquel día esquivé como pude el ir a casa de Román. Un día vi a su madre y a su hermana que salían de una iglesia, las dos enlutadas; y me miraron y sentí frío al verlas.

Cuando concluimos el curso ya no veía a Román: estaba tranquilo: pero un día me avisaron de su casa, diciéndome que mi amigo estaba enfermo. Fui, y le encontré en la cama, llorando, y en voz baja me dijo que odiaba a su hermana. Sin embargo, la hermana, que se llamaba Ángeles, le cuidaba con esmero y le atendía con cariño; pero tenía una sonrisa tan rara, tan rara...

Una vez, al agarrar de un brazo a Román, hizo una mueca de dolor.

-¿Qué tienes? -le pregunté.

Y me enseñó un cardenal inmenso, que rodeaba su brazo como un anillo.

Luego, en voz baja, murmuró:

-Ha sido mi hermana.

-¡Ah! Ella...

-No sabes la fuerza que tiene; rompe un cristal con los dedos, y hay una cosa más extraña: que mueve un objeto cualquiera de un lado a otro sin tocarlo.

Días después me contó, temblando de terror, que a las doce de la noche, hacía ya cerca de una semana que sonaba la campanilla de la escalera, se abría la puerta y no se veía a nadie.

Román y yo hicimos un gran número de pruebas. Nos apostábamos junto a la puerta..., llamaban..., abríamos..., nadie. Dejábamos la puerta entreabierta, para poder abrir en seguida... ; llamaban..., nadie.

Por fin quitamos el llamador a la campanilla, y la campanilla sonó, sonó..., y los dos nos miramos estremecidos de terror.

-Es mi hermana, mi hermana -dijo Román.

Y, convencidos de esto, buscamos los dos amuletos por todas partes, y pusimos en su cuarto una herradura, un pentagrama y varias inscripciones triangulares con la palabra mágica: «Abracadabra.»

Inútil, todo inútil; las cosas saltaban de sus sitios, y en las paredes se dibujaban sombras sin contornos y sin rostro.

Román languidecía, y para distraerle, su madre le compró una hermosa máquina fotográfica. Todos los días íbamos a pasear juntos, y llevábamos la máquina en nuestras expediciones.

Un día se le ocurrió a la madre que los retratara yo a los tres, en grupo, para mandar el retrato a sus parientes de Inglaterra. Román y yo colocamos un toldo de lona en la azotea, y bajo él se pusieron la madre y sus dos hijos. Enfoqué, y por si acaso me salía mal, impresioné dos placas. En seguida Román y yo fuimos a revelarlas. Habían salido bien; pero sobre la cabeza de la hermana de mi amigo se veía una mancha oscura.

Dejamos a secar las placas, y al día siguiente las pusimos en la prensa, al sol, para sacar las positivas.

Ángeles, la hermana de Román, vino con nosotros a la azotea. Al mirar la primera prueba, Román y yo nos contemplamos sin decirnos una palabra. Sobre la cabeza de Ángeles se veía una sombra blanca de mujer de facciones parecidas a las suyas. En la segunda prueba se veía la misma sombra, pero en distinta actitud: inclinándose sobre Ángeles, como hablándole al oído. Nuestro terror fue tan grande, que Román y yo nos quedamos mudos, paralizados. Ángeles miró las fotografías y sonrió, sonrió. Esto era lo grave.

Yo salí de la azotea y bajé las escaleras de la casa tropezando, cayéndome, y al llegar a la calle eché a correr, perseguido por el recuerdo de la sonrisa de Ángeles. Al entrar en casa, al pasar junto a un espejo, la vi en el fondo de la luna, sonriendo, sonriendo siempre.

¿Quién ha dicho que estoy loco? ¡Miente!, porque los locos no duermen, y yo duermo... ¡Ah! ¿Creíais que yo no sabía esto? Los locos no duermen, y yo duermo. Desde que nací, todavía no he despertado.

Friday, December 9, 2011

Letras y siglas con significado propio.

Hola!
Les copio las siguientes letras y siglas para que adivinen su significado en español.

Las letras pueden ser únicas. ADN
Pueden ser sobrias. AA
Las letras pueden tener mayor contenido. ETC…
Pueden dar placer. G
Las letras pueden ser un parámetro. IQ
Pueden tener mucho peso. KG
Las letras pueden ser alucinantes. LSD
Las letras siempre tienen algo más que decir. PD
Pueden ser implacables. RIP
Las letras pueden ser de gran ayuda. SOS Save Our Souls
Pueden ser explosivas. TNT
Las letras pueden marcarte de por vida. VIH
Pueden ser un alivio. WC
Las letras pueden causar delirio de grandeza. XL
Pueden ser muy explícitas. XXX
Las letras pueden ser un buen fin. Z

Saturday, December 3, 2011

Ejercicio de lectura y escritura de "El ausente" de Ana María Matute

Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.


Hola, Ramón!

Gracias por mandarnos el cuento de Ana María Matute en tu blog. Aquí están las palabras y el cuento que escribimos en la clase ayer.

1. Huerto 
2. Ostentosamente
3. Por añadidura
4. Barro
5. Asear
6. Agria
7. Desfallecida
8. Comadreja
9. Jadeando


El cuento que escribió el grupo, es el siguiente:
"Yo estaba trabajando ostentosamente con los manzanos en mi huerto hasta que jadeaba. Me sentía desfallecida. Por añadidura estaba cubierta de barro y no podía asearme porque la agria vecina se había llevado la cubeta de agua para su comadreja".



Ahora es el turno de ustedes. Usen las mismas palabras y creen una historia personal que pueden subir al blog dando clic en el link "comments".

Thursday, December 1, 2011

"El origen del árbol de Navidad", por Ramón Talavera Franco

¿Cuál es el origen del árbol de Navidad?

Por: Ramón Talavera Franco

LA LEYENDA

El primer árbol de Navidad fue decorado con sangre. O al menos esa es una de las leyendas que se tejen en torno a este árbol que todas las Navidades es colocado en la mayoría de los hogares de América y Europa. Esta leyenda menciona que en la Alemania precristiana se realizaban dos ritos: el primero al Dios Odín y el segundo al Dios Thor. El rito del Dios Odín ( “padre de todos” según la mitología escandinava) consistía en que un grupo de guerreros se reunía en torno al roble sagrado de Odín y a manera de tributo, ofrendaban las vidas de los prisioneros de guerra.

El segundo rito estaba dedicado al Dios Thor, (hijo de Odín. Considerado como el más fuerte de todos los Dioses nórdicos). En su nombre realizaban una ceremonia con pencas de palma de doce hojas, cada una de las cuales representaba un mes del año. Al finalizar la ceremonia, encendían la punta de cada hoja y apilaban las palmas en forma de pirámide formando una hoguera en su honor.

Pero estos ritos sufrieron un cambio importante a partir del siglo VII, con la llegada a Alemania de un monje que fue conocido como: San Bonifacio. Al darse cuenta de los sacrificios humanos que practicaban los nativos en el roble dedicado a Odín, San Bonifacio decidió usar un abeto para evangelizarlos a través de él. Aprovechando su forma triangular, logró transmitirles el concepto de la santísima trinidad (Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo). También, poco a poco consiguió que los nativos se convirtieran a la religión cristiana y que empezaran a venerar este abeto como el árbol de Dios, así como antes veneraron el roble como el Dios Odín.

Según estas leyendas, estos fueron los primeros pasos para el nacimiento del “árbol de Navidad” que conocemos hoy en día, ya que es la primera vez que se usa como un ícono relacionado con la cristiandad. Pero, ¿cómo se transformó éste árbol en lo que es ahora?

PRIMEROS ÁRBOLES DE NAVIDAD

En lo que se refiere a su ornamentación, se afirma que fue Martín Lutero (1483-1546) quien “inventó” el árbol de Navidad. Según la leyenda, una noche en la que Lutero regresaba a casa, observó que la luz de las estrellas centelleaba en las ramas de los árboles cubiertos de nieve. Esto le hizo recordar la estrella de Belem que guió a los pastores la noche en que nació Jesús e inspirado por esta imagen taló un árbol, lo llevó a su casa y lo decoró con velas, nueces y manzanas tratando de explicar así los dones que los hombres recibieron con el nacimiento de Jesucristo.

Al correr de los años, esta idea se esparció por algunas provincias de Alemania y para el siglo XVI, la gente ya empezaba a tener la costumbre de colocar un abeto en sus hogares.

Pero como estos abetos necesitaban de decoración, se comenzaron a inventar adornos, naciendo así los mercados de objetos de Navidad en algunos pueblos de Alemania. En estos mercados, la gente compraba regalos, comida, pan de jengibre y adornos de velas para colocarlos al pie de sus árboles. Y las familias comenzaron a tener la costumbre de reunirse en torno al árbol de Navidad, como empezó a llamarse. Fue entonces cuando el 24 de diciembre, fecha del natalicio de Jesucristo, se empezó otra tradición: llevar a los niños de paseo o de día de campo, para que los adultos pudieran colocar y decorar con dulces y juguetes el árbol. Así a su regreso, los niños eran sorprendidos con el árbol y sus regalos, dando inicio la celebración de la fiesta de Navidad.

En Inglaterra el árbol de Navidad llegó hacia 1846 gracias al matrimonio del Príncipe Alberto (alemán de nacimiento) con la Reina Victoria. Debido a que el árbol de Navidad ya era una costumbre arraigada en Alemania, el Príncipe Alberto decidió pasar sus Navidades como lo hacía en su país. Por ello, pidió que se colocara un inmenso árbol de Navidad en el Castillo de Windsor y fue tal su aceptación que pronto se propagó a la clase media y luego a las clases trabajadoras.

En esa época inició otra costumbre: que las mujeres realizaran las decoraciones navideñas en sus casas, siendo algunas de ellas: ángeles, pequeñas bolsas que contenían regalos secretos, canastas con almendras azucaradas y velas.

Después de la muerte de la Reina Victoria, el pueblo se puso de luto y se dejaron de poner los árboles en las casas por un tiempo, pero prontamente se recuperó esta tradición e Inglaterra volvió a iluminar sus hogares con los árboles de Navidad.

ÁRBOLES DE NAVIDAD EN LOS SIGLOS XIX Y XX

Debido a la cada vez mayor tala de árboles, se empezaron a inventar los árboles de Navidad artificiales. Comenzaron a ser importados de Alemania a América alrededor de 1880 a través de tiendas como FW Woolworth. Fueron seguidos por patentes de luz eléctrica y ganchos de metal para colgar las decoraciones.

Estos primeros árboles eran pequeños, pero a finales del siglo 19, comenzaron a fabricarse árboles cada vez más grandes. Esto marcó un hito en la sociedad, convirtiéndose en un símbolo de estatus: mientras más grande era el árbol, más opulenta era la familia. Y con respecto a los adornos ¡ni se diga! Fue la época en la que se sobrecargaban los árboles con todo tipo de decoraciones.

En ese entonces el mercado de árboles y adornos de Navidad empezaba a expandirse por toda América y Europa, pero durante la Primera Guerra Mundial, los árboles de Navidad tuvieron que ser guardados en sus cajas en espera de la ansiada paz. En Inglaterra, por ejemplo, algunas familias optaron por decorar pequeños árboles y colocarlos en sus refugios, como una manera de aligerar su espera, pero al finalizar la guerra, inmensos árboles de Navidad decoraron las plazas públicas y los hogares.

A mediados de los años 60’s, las ideas modernistas acapararon el mercado de los árboles de Navidad y empezaron a crearse los árboles de aluminio plateado, pero hacia los años 70’s se recobró el gusto por los árboles naturales.

Hoy en día, los materiales, tamaños y formas de los árboles de Navidad son muy variados. Los fabricantes compiten por hacer adornos cada vez más llamativos y las tiendas llenan sus anaqueles con esferas, muñecos, ángeles, Santa Clauses que ríen y bailan; luces de colores con o sin música y toda una industria que crece día a día en torno a la Navidad.

LOS ÁRBOLES Y SUS SIGNIFICADOS

En muchas religiones, sobretodo las orientales, el árbol es un signo de encuentro con lo sagrado, del encuentro del hombre con la divinidad y de la divinidad con el hombre. En mesoamérica, el árbol guarda un significado místico; inclusive consideraban el ahuehuete como árbol sagrado. Las tribus nórdicas europeas y americanas tenían árboles sagrados alrededor de los cuales se reunían para ritualmente entrar en comunión con Dios.

Por ello, el árbol de Navidad también tiene varios significados religiosos. Ha sido utilizado como símbolo de la unión del cielo y la tierra, nos recuerda la redención y se asocia con el Árbol de la Vida, que lucía en medio del Jardín del Edén. Las esferas simbolizan los frutos del Árbol Vivo que es Jesús y sus decoraciones nos recuerdan las gracias que el hombre tenía cuando vivía en el paraíso en completa amistad. Las luces que se encienden y se apagan representan la luz de Cristo y la estrella que se coloca en la punta del árbol, representa la estrella de Belem que anuncia la redención de la humanidad.

¿Lo sabía usted?

Saturday, November 26, 2011

"El ausente" de Ana María Matute

Para leer el ejercicio relacionado con este cuento, haga clic aquí.

Hola a todos!
Sé que la semana que viene quieren leer "El Ausente" de Ana María Matute. Estuve buscando una versión electrónica del cuento para que puedan hacer su ejercicio de ocho palabras, pero no encontré ninguna. Sin embargo, encontré la copia que les incluyo que les va a ayudar mucho ya que tiene ejercicios del cuento y una traducción del mismo, en inglés.
Estuve 10 días en México y ahora que regreso a casa se cruzan las celebraciones de "Thanksgiving" que me ocupan con cuestiones personales. Espero subir al blog una reseña de lo ocurrido en México la próxima semana. Mientras tanto, creo que ya voy a tener el tiempo para poder revisar sus ejercicios, si así lo desean.
Hagan clic en el link que aparece debajo de la imagen para entrar al cuento. Mándanme sus ejercicios y prometo mandarles mis comentarios.
Suerte!
http://www.uwosh.edu/faculty_staff/cortes/WashU/Fall2001/307/El%20Ausente.html

Tuesday, November 8, 2011

"La chinita" de Alba María Barreiro

La chinita

Ahora quien sabe cuanto tiempo me tendrán encerrada en el cuarto. Tendré que esperar que la señorita Isabel deje de llorar y se les pase el susto. ¿Para qué se me habrá ocurrido robarle el frasco de tinta roja y las tijeras y desparramar la tinta y hacerme la muerta?. Cuando sentí los pasos y que me andaban buscando me reía, un poco nerviosa es cierto, pero nunca creí que la señorita Isabel se quedara así. Abrió la puerta y cuando gritó, la miré y estaba blanca como un papel. Después se desmayó ¿Qué aspaviento! Y bueno, que se joroben. La que me da lástima es la señora mayor. Es muy vieja y no es tan mala como la señorita Isabel. La señorita Isabel es mala, mala. Ella fue la que me mandó buscar y fue la que me rapó la cabeza por los piojos cuando me trajeron. Me acuerdo muy bien. Pero buen susto se dio al otro día cuando me corté los pelos de las cejas. ¡Qué risa! Igual no me dejan andar por la calle. Dicen que tienen miedo de que me pase algo, pero yo creo que es para que les limpie la cocina y todo lo demás. No me mandaron a la escuela y eso que la promesa era criarme y mandarme a la escuela. La señorita Isabel no me enseña porque no quiere. Cuando me mandaron prestada a lo de doña Fermiana, por lo menos estaban los gurises y me divertía con ellos. Me parece que siento pasos...no...no vienen para acá. Deben andar buscando algún remedio para la señorita Isabel. Bueno, aunque doña Fermiana tampoco me mandara a la escuela, me gustaba más allá Me gustaba cuando Albita se disfrazaba con la colcha y bailaba. ¡Qué lindo que baila Albita!. Pero también es diabla esa chiquilina. Me acuerdo la vez que se me encocoró y anduvimos a los manotones y la encerré en el sótano y gritaba y yo me reía de ella y disparó para la puerta que daba al patio del fondo y como nadie la podía oír y yo le hacía burla por detrás del vidrio, ella empezó a mirarme fijo hasta que le salieron brasas de los ojos y rompió el vidrio con la mano y se cortó toda. Un lío y un susto…¡ay! La madre vino corriendo, le envolvió el brazo con lo primero que encontró y salió para la calle. Horas esperando que volvieran. Por suerte la mano no le quedó torcida, pero estuvo como un mes sin ir a la escuela. Y doña Fermiana....dale, todos los días...”china desagradecida, te sacaron de entre las chircas para hacerte gente y mirá cómo pagás”....pero yo la quiero a Albita porque me hace acordar a mi hermana más chica y disfruto cuando doña Fermiana y la señorita Isabel rezongan con ella porque anda saltando por las azoteas en vez de estar jugando a las muñecas como todas las niñas, aunque yo con mis nueve años que dicen que tengo nunca jugué. Ahora cuando me saquen del cuarto quien sabe lo que va a pasar. Para Paso del Barro no me van a mandar, porque mi madre ya se debe haber muerto, digo yo... Si supiera donde está mi hermana, la que vino primero.¡Pobre María! Esta desgraciada de la señora Isabel me dice que anda por Buenos Aires, con un vestido negro, bailando con cualquiera. Estoy segura que es mentira porque ella es gorda y las que salen en las revistas son flacas. Ella me dice eso para que me de vergüenza y queda malísima cuando le contesto que no me importa y que yo la quiero igual. Lo mejor sería que me mandaran otra vez para lo de doña Fermiana. A lo mejor aprendo a leer con los chiquilines. Albertito y Carlos no quieren saber de nada con enseñarme, pero Albita estoy segura que me enseña, porque a ella le gusta que yo le haga cuentos de lobizones y de todo lo de allá. Cuando viene a visitar a la abuela yo me quedo contenta porque se escapa para mi cuarto y saca de los bolsillos algún regalito como la pulserita con un corazoncito colorado... ¡Otra vez andan a las corridas en el piso de arriba!...¿no terminarán más? Le mostré a Albita como aprendí a remendarme las bombachas y nos reímos mucho de la tía Isabel y de que nunca se va a casar aunque sea maestra porque la señora mayor le corre los novios. Si la vuelvo a ver...ay si, Dios quiera, le voy a contar lo que me pasa con el cuadro. No se si me voy a animar. Tengo miedo de que le cuente a alguien, pero le voy a hacer prometer que no lo va a contar. Es horrible, me da miedo pensarlo y miro el marco dorado y los colores y el Jesús tan lindo y ...pobre...con un corazón que le sale fuego y con espinas alrededor! Y le vuelvo a mirar la cara tan linda y ya estoy pensando cómo será el culo de Jesús. Esto Dios no me lo va a perdonar, estoy segura.¡Cómo tardan en venir a sacarme de la penitencia.! ¿Habrán llamado a un médico?.....Ya estoy aburrida de pensar y ...además voy a tener que lavar toda esta ropa y la sábana y la funda.....¿saldrá fácil la tinta? Y bueno...si no me mandan otra vez con doña Fermiana, capaz que me mandan para afuera y me quedo en lo de doña Hilda, pero doña Hilda ya tiene otra para criar. Aunque sería más lindo volver al rancho de mi madre y levantarme tarde y andar buscando leña cerca del monte o ir con mi madre a lavar al río...Debe hacer más de una hora que me encerraron...Ya ni me acuerdo cuántos hermanos éramos... a ver...Margarita, Amelia, el Tito... me parece que tengo ganas de llorar. Ahora si creo que viene alguien para acá...¡Qué Dios no me castigue por lo del cuadro!

Alba María Barreiro
Uruguay

Monday, October 3, 2011

"No se crea" por Esther Alarcón Múgica

No se crea

Cynthia Esther Alarcón Múgica



Me nombro Jacinta, así me puso mi apá, decía que le gustaba harto ese nombre. Yo vivo aquí, sí aquí. Me gusta mucho y aunque no lo crea lo que come horita usté es cosecha de mi huertita. ¿Está bueno verdáPos si viera que no sé ni por dónde empezar. Hay mucho que contarle, qué bueno que está usté aquí.
Tuve cinco hijos, ya todos son mayorcitos, menos ése que ve ahí jugando con la tierra. ¿Que dónde están? Pos mire, los tres primeros son varoncitos y se fueron pa’l otro lado. La cuarta esmija la que vive en Orizaba. Tiene una niña de tres años y está esperando otro retoñito. Sí los extraño no se crea, pero pos ellos están mejor que una, eso es lo que me consuela. Trabajaron mucho pa’juntar pa’ irse y pos les está yendo más o menos, aunque eso sí, mejorcito que a mí y a los que vivimos aquí. ¿Por qué más o menos? Pos por… es que a veces se aprovechan de uno. Ya sabe, posellos están trabajando tierras allá, y veces les va bien y  veces les va mal, según las cosechas y las temporadas de la verdura. Cuando hablo con ellos yo los animo y pos me aguanto las ganas de llorar, una como madre… pos le duelen a una los hijos. Yo ya les dije que por mí no se apuren, yo como sea salgo con mis cosechitas y pos nunca falta qué comer, aunque sean frijolitos ¿verdáPosnomás somos mi Raulito y yo, sí ya le dije que soy viuda ¿verdá? ¿Ah no?
Sí, mi señor se murió de un canijo dolor del pecho. Bueno, es que también tomaba mucho dizque pa’ olvidarse de los problemas. Siempre que terminaba de trabajar en el campo se iba a tomar con sus amigos, bueno, los que andaban siempre con él. Y pos luego en la noche enfría bastante y él siempre andaba destapado. Yo le decía jala con el zarape Apolonio, pero no me hacía caso. Y ya ve, luego ya ni podía respirar y se desesperaba porque pasaba todo el día en el catre. Decía que quién iba a ganarse los frijoles pa’ nosotros. No, cuando él se murió todavía estaban aquí mis hijos,pos por eso se fueron porque vieron que aquí nada se podía hacer. Los dizque amigos de Apolonio se quedaron con nuestra parcelita y pos nunca encontramos ningún papel pa’ que se viera que era de nosotros. Como mis hijos eran unos chiquillos nadie les hizo caso y pos trabajaron otras tierras y juntaron dinero pa’ irse juntos los tres al otro lado. Y bueno, pos allá se quedaron. El día veinte de este mes hace… nueve años que se fueron. Sí porque mi Raulito tenía un año. Pos él no se acuerda de ellos. De su hermana sí se acuerda, ya estaba grandecito cuando ella se fue con Mario.
Mario es un muchacho que vino a trabajar un tiempo aquí con su tío, pero él no es de aquí, es de otro pueblo. Yo le dije a mija que vivieran aquí en la casa pero no quiso. Se fueron pa’Orizaba y les ha ido bien. No se crea la otra vez me fui a pasar unos días allá con mija. Sí, sí es bonito pero si viera que no me hallé. Pos desde que me subí al camión agarré mareos y estando allá igual. Sabrá Dios qué habrá sido, pero también mi Raulito se me mareó refeoPos ni pa’ decir que fue por eso que dicen de la altura porque aquí estamos en cerros y está muy alto. El caso es que nos agarró harto dolor de cabeza y mejor que nos regresamos. Mija me dijo que así le había sucedido a ella, que me esperara y que luego me iba a acostumbrar. Pero ya no quise. Imagínese que me hallara y que cuando volviera acá me empezara a sentir así. No, dije, mejor ya nos vamos mija. Ella se nombra Adela.
¡Ay perdón! que ya no le ofrecí más frijolitos. ¿No quiere? ¿Un cafecito? Órele, horita se lo doy. Sí pos le digo. Estoy contenta pos mis hijos me salieron sanitos y gracias a Dios ninguno como su papá de borracho. Digo sanitos porque aquí a cada ratito hay enfermos y muertitos. Que si no es de dolor de panza es de  tos, que si no del pecho de los reumas. Los reumas sobre todo a nosotras porque como cocinamos con el fogón y luego lavamos veces los trastes, veces la ropa de los hijos. Como una se calienta y luego agarra agua pos nos enfermamos. No, dotor no hay. Luego que mandan medicinas pa’l pueblo. Pero pos como casi nadie sabe leer de nada sirve. Sólo algunos chiquillos que van a la escuela de un pueblo que está aquí cerca, como a tres horas. Pero posimagínese, hay como dos casas por cerrito y luego pa’ llevar al enfermo a donde están las medicinas, no, pos ¿cómo?, sólo en camilla, y hasta eso, luego se les ha muerto el enfermo en el camino. Mejor una trata que con remedios caseros o así.
Por eso muchos se van de aquí, pa’ no sufrir de hambre ni de enfermedad, pa’ tener una mejor vida. Yo, no se crea, aunque quisiera irme, no podría, pos ya me hallé aquí. Me gusta mi pueblito, mi casa, mi huertita. Luego siento harta tristeza al ver cómo todos se van de aquí, dejando, como quien dice, sus raíces. En este pueblo ya sólo quedan gente mayor y niños. Yo sé que cuando mi Raulito crezca a lo mejor quiera irse, y pos yo me quedaré sola. Pero horita no pienso en eso… es retravieso el chiquillo, salió a su padre de inquieto. ¿Ya se va usté? No, espérese otro ratito. ¿Mañana viene? Ah bueno. De veras que ya no le pregunté cómo se nombra. Ah, no, no se crea no se me va a olvidar. Aquí la estaré esperando ¿eh? Ya sabe que ésta es su casa pobre pero honrada, y que cuando quiera venir siempre habrá frijolitos y tortillitas bien calientitas pa’ usté. Vaya con Dios doña Humanidad.

Cynthia Esther Alarcón Múgica
Veracruz, México

Friday, September 30, 2011

Ejercicio de Lectura y Escritura de "De los deseos imposibles", de Ana Clavel

 Para leer el cuento relacionado con este ejercicio, haga clic aquí.
Aquí están las 8 palabras que el grupo escogió después de leer el cuento “De los deseos imposibles":
1. Violencia
2. Amanecer
3. Espejismo
4. Caricias
5. Capaz
6. Despertarse
7. Huir
8. Flotar
El cuento que el grupo escribió con estas ocho palabras, es el siguiente:
 – ¡Despiértate!  Hay que huir de la violencia  –nos dijo el capitán al amanecer. — Nuestra seguridad ha sido un espejismo, un espejismo capaz de flotar y darnos caricias falsas.  Salgamos para las montañas porque ¡vienen las tropas de Pancho Villa! Nunca se puede confiar en los espejismos.
Ahora es el turno para que cada uno de ustedes escriba un cuento con estas ocho palabras y lo suban al blog en el link que dice "comments". Yo les mandaré mis correcciones tan pronto los lea.
Saludos!

Sunday, September 25, 2011

"De los deseos imposibles" por Ana Clavel





De los deseos imposibles
Ana Clavel
Tomado de: http://ficticia.com/cuentos/anaclaveldeseos.html

Para leer el ejercicio relacionado con este cuento, haga clic aquí.

México fue una ciudad vehemente como el deseo que le dio origen. Esto se cuenta de su fundación:
Los cazadores de una tribu tuvieron un mismo sueño y una misma sed. Vieron a una mujer que dormía en las aguas de un lago. Soñaron que la forzaban y que ella, sin despertarse, respondía a sus caricias y a su violencia. La tomaban una y otra vez pero ella no despertaba del sueño de agua y ellos en realidad no la poseían.
Al amanecer, los cazadores buscaron aquel lago. Peregrinaron de un sitio a otro pero no encontraron rastros del sueño y, en cambio, su sed por la mujer iba en aumento. Un día, exhaustos, llegaron a un valle rodeado de montañas y volcanes. Entonces la vieron: una mujer de agua dormía recostada en el lecho del valle. Los hombres corrieron a su encuentro pero cuando creían tenerla entre sus manos, sólo tocaban el agua cristalina.
ecidieron permanecer ahí donde un espejismo casi había hecho realidad su sueño. En la construcción de la ciudad cada uno recordó a la mujer: la gravidez de las caderas, el horizonte de su rostro, sus párpados tenues; también la brutalidad del asedio, la violencia al someterla. Así, lenguas de tierra y argamasa penetraron las aguas, barcas afiladas rasgaron los canales recién formados, palacios y chinampas flotaron como besos perennes. Los cazadores, medio cuerpo en el agua, se volvieron pescadores. Y en las redes que arrojaban al lago las noches de luna llena, intentaban apresar aquella mujer de plata que brillaba en la superficie del agua.
Hoy México es una ciudad extinta como el deseo que le dio origen. A fuerza de buscar poseerla, los pescadores y los viajeros, siempre sedientos, terminaron por beberla. Hoy los visitantes se detienen en alguna de las montañas áridas que rodean el desierto. Sólo aves rapaces, cactáceas y reptiles se asientan en sus arenas ardientes. Entonces los visitantes huyen: presienten el cuerpo de la mujer de agua que dormía en el lecho del valle y se descubren una sed rotunda y desesperanzada, capaz de secarles el alma.

Del libro Los deseos y su sombra, Alfaguara, México, 2000.